5:30 a.m. Suena la alarma. Ya estaba despierta. La emoción me dejó dormir sólo un par de horas. Era el día que durante meses creí no llegaría a mí, pero el destino hizo de las suyas y me obligó a creer.
Desde junio
sabía que una de mis bandas favoritas vendría de visita a la capital del país,
pero habiendo tanto por hacer, tanto por pagar, tanto por resolver, descarté
desde temprano la oportunidad de ir, pensando que me quedaría en casa como
siempre mientras los demás iban. Horrible sentimiento de envidia y encierro;
había empezado a asomar sus sombras en mi corazón recientemente roto. Luchaba
contra la monotonía de los días, procurando hacer siempre algo distinto, pero
siempre estaba ese pequeño vacío, ese pequeño vacío me seguía siempre.
Estaba perdiendo mi capacidad de asombro. Estaba
navegando, ahogándome sin haberme hundido. Era el momento perfecto para una
sorpresa.
Entonces un
miércoles, común y corriente como parecía recibí la noticia de que había ganado
dos boletos para el concierto de Black Sabbath en México. ¡Miercoles! Eso
quiere decir que tenía dos días para preparar todo e irme. Obviamente era muy
tarde para conseguir pasajes para el avión, así que camión fue. No batallé
mucho con el permiso, pues tenía cuatro meses diciéndole a mis padres lo mucho
que me gustaría poder ir. Era una oportunidad única, los boletos tenían mucho
tiempo agotados. Una única fecha. El último concierto de la última gira. No
había más; Tony Iommi con cáncer, Ozzy Osbourne acabado por las drogas, Geezer
Butler tan... bueno, la verdad es que Geezer se ve increíble, no sé cómo lo
hace. Quería con cada célula de mi cuerpo estar ahí, al recibir la noticia
brinqué, grité, reí y hasta lloré. Así que no me importaron las cuarenta horas de
viaje y sin pensarlo me fui.
Jamás había
estado en el Distrito Federal antes. Llegamos mi hermano y yo buscando un buen
lugar dónde desayunar, pedimos un par de platillos sureños y unas quesadillas
de huitlacoche, especificando que las queríamos CON queso. Luego llegamos a
nuestro hotel a descansar sólo una hora y a alistarnos para irnos con tiempo
suficiente al Foro Sol. Para entonces mi cuerpo ya estaba dando un 150% de su
capacidad. No importaba, me sentía con más energía que siempre, esa energía
emocional que te saca adelante cuando la energía física se ha agotado.
Llegamos:
Puerta 5. No sentí esas dos horas de espera, cuando menos lo pensé ya estaba
viendo a Megadeth. Jamás he sido fan, pero tenían un buen sonido y excelentes
visuales. Yo sólo veía el cabello de Mustaine moverse de un lado a otro (tiene
cabello de princesa). Por ahí entre tocar los clásicos Hangar 18 y Holy Wars
dijeron que habían estado en Colombia, Chile, Argentina, "you know,
latinos..." fueron las palabras de Mustaine, pero que México había sido la
mejor audiencia.
Puntuales
empezaron y puntuales terminaron, pues debían darle paso a las leyendas. No
tardaron mucho en salir, abriendo con War Pigs y siguiendo un setlist como era
más o menos esperado pero con una que otra sorpresa. Luego siguió el sexy riff
inicial de Into The Void. El sonido era denso, pesado, hechizante. Siguieron
con un poco de Vol. 4 tocando Under The Sun. Los visuales iban cambiando mucho
de una canción a otra, pero era difícil concentrarse en ellos con la mirada de
demonio que tiene Ozzy. Una sonrisa suya puede espantar hasta al terrible
Sauron. Las pantallas tenían tan buena definición que en los close ups a Iommy
parecía que hubiera un gigantezco Tony tocando en el escenario; en ese caso su
magnitud sería directamente proporcional a su grandeza musical. Por supuesto
tenían que incluir una de sus obras más representativas: Snowblind. Se escuchó
el rugido de emoción del público al escuchar el nombre de la canción dedicada a
su adicción a la cocaína y en ningún momento dejaron de corear (incluso las
partes instrumentales de varias canciones). Luego un poco de lo nuevo, y una de
las mejores partes del álbum 13, Age Of Reason. Un unión perfecta entre la voz
de inframundo de Osbourne, la maravillosa técnica de Geezer Butler y la fuerza
de los poderosos acordes del señor Tony Iommy. No podía faltar Black Sabbath,
seguida por el otra vez maravilloso Geezer, que sorprendió con el clásico solo
de bajo al principio de N.I.B. (una de mis canciones favoritas, que deja mucho,
mucho a meditar).
El momento
más épico para mí fue cuando tocaron Fairies Wear Boots. He escuchado a Black
Sabbath desde que tenía 13 años y esa canción me enamoró desde que la escuché
la primera vez. Así que luego de siete años de espera finalmente pude verla en
vivo. Grité, brinqué, canté... fui feliz. El vació se fue.
Continuaron y
entre lo más impresionante estuvo el solo de batería de Tommy Clufetos. Era justo y
necesario que le inyectara toda su energía, porque a pesar de ser el más joven
y ser un baterista realmente talentoso tenía que estar a la altura de los
ídolos del rock pesado. Debe ser increíble terminar tocando para una de las más
grandes influencias no sólo personales sino de tantos. Una gran expectativa a
llenar que sin duda lo hizo muy bien. Al final del solo siguió con el golpe del
bombo: la inconfundible introducción de Iron Man. Sale el resto de los
integrantes. La tensión incrementa con el primer sonido de la guitarra. El
público comienza a cantar junto con Ozzy. Justo lo que esperaba. Claro, tenían
que tocar God Is Dead, para luego pasar a Dirty Women y terminando con Children
Of The Grave. Nos preparamos para el encore.
No se
hicieron mucho del rogar. Era obvio cuál canción faltaba. Todos esperábamos
algo de su segundo álbum. De pronto empieza Iommi a tocar uno de los riffs más
característicos: Sabbath Bloody Sabbath. En ese momentio pensé "No puede
ser... ¿en verdad Ozzy puede cantar eso?", no imagino mi cara de asombro.
Entonces Iommy sube, y comienza con Paranoid. Troll masivo. La multitud grita
con emoción. Todos cantamos. No dejé de saltar, de bailar...
Eso fue todo.
Salen los cuatro a despedirse. No hay más. Camino hacia la salida mientras se
escuchaba la grabación de Zeitgist, no con euforia sino con un sentimiento de
satisfacción de haber visto lo que toda mi adolescencia esperé. "Ahora sí
ya se pueden morir", pensé. Qué tranquilidad. Tantas horas de viaje
improvisado valieron la pena . Pude ver a mi papá Ozzy, a mi ídolo Tony Iommi,
y al épico Geezer Butler.
Compré tres
playeras saliendo, me entró un poco lo fanática enloquecida. Salir del Foro Sol
y lo que pasó después fue otra aventura, pero prefiero platicarla en persona.
Muy temprano
en la mañana debía regresar, luego de dos o tres horas de sueño. Tras haber
cumplido con mi objetivo y sentirme satisfecha me entró un poco de melancolía.
Era apenas la segunda vez que salía de viaje sin toda mi familia. Escuchaba
Scar Tissue mientras el sol se escondía por mi izquierda. Me dirigía a mi
extrañado Norte, con recuerdos que nunca voy a olvidar.
Woooow!
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